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[Jueves 26-09-2013 12:54:31]    Paco Martínez Vega
Veloces, limpios e intrépidos. Los bicimensajeros se multiplican como una alternativa al reparto en vehículos a motor. Así viven y circulan. Así se ganan la vida

Por Dani Cabezas


Foto: Andre Neves

Verano. El asfalto debe estar a un millón de grados. Aún es pronto, pero en Sevilla el calor también madruga. Enrique, fundador de la bicimensajería Veloces, hace lo propio con un objetivo: robarle unos pocos grados al mercurio antes de que lleguen las horas letales del día, cuando las calles se convierten en un terreno sólo transitable por turistas insensatos. “Que los clientes nos perdonen si llegamos sudando: no podemos evitarlo”, bromea.

Por supuesto que les perdonan. El que contrata los servicios de Ve­loces conoce sus ventajas: eficacia, profesionalidad, ecología y, ante todo, una rapidez con la que hacen honor a su nombre. Fundada hace algo más de un año, Veloces es para Enrique un sueño hecho realidad. “No cambiaría este trabajo por ningún otro puesto que haya tenido”, afirma orgulloso.

Llueva o truene

Pese a que Enrique irradia satisfacción, que nadie piense que ser bi­cimensajero es sencillo. Son muchas entregas y kilómetros cada día. Haga frío o, como ocurre en Sevilla en verano, un calor extremo. To­quen distancias cortas o largas. Aunque lo más duro, según Enrique, son los cambios de ritmo: las rodillas sufren. “No es lo mismo hacer 80 km en carretera en 3 horas que hacerlos durante 6 horas en ciudad, con cientos de paradas y arranques”. Afortunadamente, la ausencia de cuestas y la rápida asimilación de la bicicleta en la capital andalu­za hacen de ella un lugar más apropiado para este negocio que otras ciudades. Siempre, eso sí, con la seguridad como prioridad absoluta: “Evitar caídas y colisiones es nuestro mayor reto”, reconoce Enrique.

En Barcelona, que cuenta con una mayor tradición ciclista que otras ciudades, los bicimensajeros de la empresa 30/60 se muestran en­cantados. “Barcelona mola”, declaran orgullosos. “Pendientes sua­ves, buen clima y calles más o menos anchas invitan a recorrerla”. Eso sí: “la actitud de algunos conductores hace que a veces el de bicimensajero sea un trabajo poco seguro”. Y aunque aún queda mu­cho por hacer por la bici urbana, “de mica en mica, s’omple la pica” (poco a poco se llena la pila). A día de hoy, aseguran que “no hay entrega imposible” para ellos. Eso sí, siempre teniendo en cuenta “los propios límites de cada uno”, que nunca hay que rebasar, y ex­tremando las precauciones.

Madrid es otro cantar: si en Sevilla y Barcelona la seguridad es un reto, en la capital podría parecer una odisea. Los bicimensajeros ma­drileños le quitan hierro al asunto, aunque reconocen, como Miguel –de la empresa Trébol Ecomensajeros– que “hay que ir con mil ojos”. El tráfico es más intenso, las cuestas, interminables. Y las distancias, grandes. El secreto es permanecer alerta: “Siempre tienes que estar atento a lo que pasa a tu alrededor: el coche de al lado o delante, los peatones... Acabas fijándote en todo sin darte cuenta. Acaba forman­do parte imprescindible de circular en bici por ciudad”.

Los mensajeros de Trébol trabajan en turnos de mañana o tarde de unas cinco o seis horas, a razón de unos 60 kilómetros por cada turno, y ganan en torno a los 700 euros mensuales. Todo ello, con el objetivo de demostrar que se puede circular por la ciudad en bi­cicleta y hacer de ello tu trabajo. Y así lo llevan haciendo desde su fundación, en el lejano 1996. Pero no es fácil. “Todavía hay gente que no cree en la eficacia de la bici para el reparto de sobres y pe­queña paquetería”, cuenta Miguel.



Bocadillos a pedales

Casi coincidiendo en el tiempo con la apertura de Trébol, en plenos años 90, Rafa también recorría las calles de Madrid como bicimen­sajero. Lo hacía, eso sí, de una manera algo distinta: repartiendo bocadillos a domicilio. Entonces no tenía carnet de conducir, ni siquiera de ciclomotor, pero sí 17 años, energía a raudales y su in­separable y pequeña bicicleta. “Era el único repartidor que iba en BMX, con ruedas de 20 pulgadas y un solo desarrollo medio-largo”, recuerda. Y con ella hacía largas distancias. “Lo sorprendente es que, aún así, los bocatas siempre llegaban calientes y de una sola pieza a su destino”.

Aunque contaba entre su flota con alguna que otra moto, la em­presa para la que trabajaba Rafa, Telebaguette, apostaba decidida­mente por los repartidores en bicicleta. Era parte de su imagen. “Había en el ambiente un sentimiento de hermandad, en el que la bici tenía mucho que ver”, cuenta Rafa. Hoy, aquella peque­ña franquicia ha desaparecido, y la bicicleta como herramienta de reparto de comida a domicilio sigue siendo en Madrid tan poco habitual como entonces. Y sin embargo, las empresas dedicadas exclusivamente a la mensajería en bicicleta parecen multiplicarse. Que así sea.

UN POCO DE HISTORIA

Los bicimensajeros nacieron coincidiendo con la aparición de las bicicletas. Sin embargo, fue con la popularización de éstas, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando infinidad de repartidores, carteros y mensajeros salieron a la calle. En 1870, la Bolsa de París utilizaba regularmente este servicio. Al otro lado del Atlántico, Western Union creó en 1890 una división de bicimensajeros que repartían pedidos en muchas grandes ciudades de EE UU. Ya después de la II Guerra Mundial, las empresas de bicimensajería se multiplicaron en todas las grandes ciudades del planeta.

PREMIO PARA EL MÁS RÁPIDO

La ciudad suiza de Berna acogió, el pasado junio, el Campeonato Europeo de Bicimensajeros, el ECMC2013. Una jornada festiva que ya se ha convertido en todo un clásico (esta era la decimoctava edición) y que ha pasado por ciudades como Madrid o Barcelona. Como siempre, el buen ambiente y las ganas de pasarlo bien se convirtieron en lo más importante. Hubo conciertos, comida, cerveza... y por supuesto, carreras. En esta ocasión, el suizo Martin Brunner, de Zurich, se hizo con el primer puesto en la categoría masculina, mientras que Josephine Reitzel, de Lausanne, también en Suiza, ganó en la femenina.

MENSAJERÍA POP

La cultura popular está llena de referencias al oficio de bicimensajero. Los veteranos aficionados a los videojuegos recordarón el Paperboy, que hizo su aparición en las máquinas recreativas a mediados de los 80 para después dar el salto a consolas como la NES o la Sega Master System. En el cine hay recientes ejemplos como Sin frenos, sobre el día a día de los bicimensajeros que circulan con sus monturas de piñón fijo en Nueva York. Pero si de verdad quieres empaparte de cómo es la vida de uno de estos riders urbanos, recomendamos el documental Pedal, también ambientado en la Gran Manzana y dirigido por Peter Sutherland. Puedes encontrarlo en Youtube.

CICLOSFERA SE REPARTE... EN BICI

Lo tuvimos claro desde el principio: siempre que fuera posible, la revista se repartiría en bicicleta. ¡Había que predicar con el ejemplo! Dicho y hecho: hoy, Ciclosfera trabaja mano a mano con las principales empresas de bicimensajeros de España. Trébol son los encargados de distribuírla en Madrid. 30/60 hacen lo propio en Barcelona. Y Veloces, en Sevilla. Además, nuestro distribuidor a nivel nacional, La Luna, reparte Ciclosfera a dos ruedas en ciudades como A Coruña, Gijón, Málaga, Granada, Zaragoza o Palma de Mallorca. Habrá un día en que será posible haceros llegar cada ejemplar en el medio de transporte más ecológico y divertido que existe. Por el momento, estamos en ello y vamos a más.


TREVOR HUGHES
Retrato de una forma de vida


En las grandes ciudades de Norteamérica, ser bicimensajero es algo más que un simple oficio: es una forma de vida. De hecho, los bicimensajeros conforman una tribu urbana que marca tendencia. Trevor Hughes, fotógrafo, trabajó como mensajero durante años y retrató a centenares de ellos en Toronto (Canadá). Su trabajo se recoge en la espectacular serie The Biike Messengers 1992-1998, que puedes disfrutar en su Flickr. Ciclosfera ha hablado con él.

¿Qué te resulta más interesante de los bicimensajeros como modelos para tu trabajo?

Cuando llegué a Toronto empecé a fotografiar a mis amigos. Me gusta captar momentos íntimos entre gente que conozco. Traba­jaba en un laboratorio fotográfico, pero mi amor a la bicicleta me llevó a convertirme en bicimensajero y concentrarme en mis pro­pias fotografías. Cuando conocí a varios, empecé a fotografiarles en ese tipo de instantes íntimos. Encontré a la gente relajada y me integré en el grupo, lo que me permitió documentar la sensación de pertenencia que se da en la comunidad de mensajeros. Son una subcultura única en Toronto, que me atrajo por su camaradería, su estatus ‘outsider’, su orgullo por sus habilidades en biciceta y su lealtad entre ellos.

¿Por qué crees que se produce esa camaradería tan especial entre los trabajadores de este gremio?

Porque siendo mensajero experimentas un estilo de vida muy sin­gular, y pasas por situaciones similares a las del resto de compa­ñeros: pedalear bajo condiciones climáticas extremas, rodar entre conductores y peatones erráticos, trabajar largas jonadas, a menu­do sin garantías... Todo ese tipo de condiciones son únicas para los mensajeros y nos unen como grupo. Concretamente en Toronto no importa para quién trabajas: si eres bicimensajero, formas par­te de la comunidad.

Tus fotos fueron tomadas a mediados de los 90. ¿Crees que ha cambiado mucho este trabajo desde entonces?

Sí, mucho. Se ha pasado de las bicicletas de montaña a las fixies, de los walkie talkies a los teléfonos móviles... Cada generación de bicimensajeros tiene su propia forma de ser, pero la camaradería sigue siendo la misma.

¿Sigues manteniendo contacto con tus fotografiados?

De todo un poco. Muchos de ellos han buscado otros trabajos, algunos se fueron de Toronto, y con otros sigo manteniendo una gran amistad. Lo bueno es que muchos otros mensajeros se han pasado por mi Flickr y me han contactado a través de esa vía para dejarme comentarios sobre las fotos y lo mucho que significa para ellos ser bicimensajero.


Fuente: Ciclosfera.com
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